4 de marzo de 2009

Infinito, el Chino





Voy a recordar hoy a alguien que conocí en uno de mis viajes al Lejano Oriente. Iba en tren recorriendo el trayecto entre Changchun y Fuzhou con mi Maleta repleta de cosas inútiles a simple vista. Un compartimento de seis asientos sólo lo ocupábamos yo y mi maleta. Era de noche y no se veía nada. Ya casi estaba cogiendo el sueñecito (el viaje era largo), cuando se abrió la puerta del compartimento y, sin ver nada, supuse que entraba un montón de gente. Quizá ocho personas, no lo sé. No dije nada (aunque podría haber dicho algo, mi nivel de chino es excelente) y al poco me quedé dormido. Desperté con la primeras luces del día y, tras esos segundos en los que pareces despierto pero duermes, fijé la mirada en mis acompañantes y me quedé alucinado. No eran ocho, era un sólo chino. Pero ocupaba todo el compartimento.


Era delgado, pero tan alto que plegaba todas sus articulaciones para poder hacerse hueco en el tren. Debería medir 3 metros o más. Su nombre real nunca lo supe, que su nombre auténtico era Infinito. Llevaba puesto el típico gorro chino en forma de cono aplastado, con una coleta asomando por un lado. Vestía una túnica que parecía haber necesitado millones de gusanos de seda para confeccionarla. Iba descalzo y olía a caña de azúcar.
Al poco empezamos a entablar conversación. Primero me habló de su acompañante. Un sapo que se escondía en alguna parte de su túnica, pero al que hacía semanas que no veía. Su nombre era algo así como "Croac!", al igual que todos los sapos del mundo. El tono que utilizan los sapos para diferenciar sus nombres no lo supe captar. Me dijo que era más viejo que China y muy sabio, aunque ya no era capaz de articular palabra.
Luego me conto que él solito había logrado vencer y comerse a todos los dragones malvados al norte del Yangtsé (y alguno de los buenos). Al preguntarle con qué arma había logrado tal hazaña (quería verla) me dijo que ningun arma puede dañar a los dragones. Así que no tuvo más remedio que enfrentarse a ellos con sus propias manos y un sapo milenario.
Tras horas de conversación me quedé dormido vergonzosamente. Recuerdo que soñé que viajaba con Infinito y luchábamos contra dragones. Luego soñé qué estaría pensando él de mí al haberme quedado dormido sin avisar. Entonces desperté sobresaltado, pero Infinito ya no estaba. Nunca lo volví a ver.
Pero todavía sueño con él en ocasiones.

No hay comentarios: