16 de junio de 2011

Globitos

Ella se levanta de la cama y empieza a vestirse rápidamente. Demasiado.

No te vistas todavía...

Me lanzo como puedo hacia ella, estiro el brazo y consigo rozarle una rodilla. Se frena, me mira de esa manera. Aganchando la cabeza, achinando los ojos, mostrando todos sus dientes. Con timidez (real o fingida) me dice "Hola". Yo le digo "Hola", también con timidez (real o fingida).

Sigue vistiéndose, de nuevo muy rápido. Me resigno y sólo puedo hacer que mirar su cuerpo los pocos segundos que digna otorgarme.

Le digo algo en francés. No recuerdo exactamente qué. Tal vez me lo inventé. Ella ni siquiera lo entendió. Pero me mira con cara de ternura y me dice "Qué mono"
Me acabo sintiendo como si tuviera 8 años y acabara de declararme a la profe. Pero esa sensación dura poco, porque ella echa a correr, como detrás del conejo blanco. Como si llegara tarde. Y se ríe con esa risa de niña.

A duras penas me visto y la alcanzo, en mitad de la calle. Preparado para enfrentarme a sindicalistas borrachos, eclipses nubosos y planes del revés.

1 comentario:

Anónimo dijo...

casi dos años después y por algún extraño motivo que no logro encontrar, releo mi regalo. creo que nunca te di las gracias todo lo que merecías. o sí lo hice pero ahora no lo recuerdo como tal. tan sólo quería decirte que fue genial, que tú lo fuiste.


p.d. y la entrada anterior, paradójicamente, se ha convertido en la historia de mi vida.