24 de mayo de 2011

Pies, para qué os quiero?

Alicia siempre había tenida una gran zancada y unas piernas atléticas. Aprovechaba esta cualidad para perfeccionar lo que mejor había aprendido hacer en los últimos años: huir.

La ciudad de la que trataba de escapar le había hecho daño. No podía permanecer más en ella. Ni siquiera por todas las cosas buenas que le había aportado y que le podía aportar. Por todo lo que la ciudad había hecho por ella. Mejor, siempre, huir. Además, mientras no mirase hacia atrás, apenas se acordaría del amor que sentía por ella, apenas la echaría de menos.

Constantemente se repetía: nada de girar en círculos. Y antes de ir en círculos, prefería ir en línea recta, aunque fuese hacia atrás. Sin saber que, algún día, iba a tener que decidirse a volver a andar hacia adelante, y que tendría que volver a recorrer todo el camino de nuevo. Pero, para cuando eso ocurriese, la ciudad seguiría ahí para ella. En un día de mercado. ¿Por qué no?

Las ciudades son sólo ciudades. Las ciudades son sólo ciudades. Las ciudades son sólo ciudades. Las ciudades son sólo ciudades. Las ciudades son sólo ciudades. Las ciudades son sólo ciudades.

Se repetía continuamente Alicia...

No hay comentarios: