18 de octubre de 2008

Halimatu

La canoa se desliza suavemente por el río Níger, en la zona de Gao, en Mali. Sobre ella, la joven Hamsatu, de 17 años,rema a través de los cultivos de arroz predominantes en la zona. En sus brazos, descansa la pequeña Halimatu, que acaba de cumplir un año. La pequeña duerme cansada de tanto llorar.

Hamsatu lleva toda la mañana navegando por el río hasta su destino: el centro de salud de Wabaria. Hoy, como cada miércoles hay que visitar al doctor Ibrahim para que controle el peso de la pequeña Halimatu.

Es mediodía y Hamsatu espera pacientemente su turno de pie, junto a medio centenar de madres acompañadas de sus bebés, a cuarenta y dos grados centígrados de temperatura. Por fin les llega el turno de entrar al centro de salud. Para llegar a la consulta del Doctor Ibrahim hay que cruzar todo el patio del centro de salud. Allí la escena es desgarradora. El patio está lleno de niños con sus madres, casi todos lloran. El griterío es ensordecedor. Los niños habían sido separados en dos grupos. En un lado, los que padecen una desnutrición severa y al otro los casos moderados.

El Doctor Ibrahim sostiene en brazos a la pequeña Halimatu, que no para de llorar. La coloca con suavidad sobre la báscula y niega con la cabeza. La niña sigue sin superar los 6 kilos de peso, cuando debería rondar ya los 9. El médico sonríe tristemente a Hamsatu a la vez que le devuelve a la niña. Le da un paquete familiar para Hamsatu y ésta sonríe. La papilla vitamínica que salvó la vida a su hijo mayor que ahora tiene 2 años. La RUFT, papilla que la ONG Acción contra el Hambre distribuye en la zona, está ayudando a salvar al 80% de los niños que la toman. La más mínima esperanza mantiene vivo los corazones de la gente de la zona.

Empieza a anochecer cuado Hamsatu y Halimatu vuelven a su aldea, Kadje. Todo el poblado acude a recibirlas, algunos les ofrecen hortalizas de sus pequeños huertos propios. Este año la cosecha ha sido buena y pasarán menos hambre. Puede que haya suerte para Halimatu.



Sin embargo, el hambre hace un daño contínuo en este país. Cada semana mueren 1000 niños por desnutrición en Mali, un país donde el 17% de los niños sufren hambre. Ademas, una crisis sobre los precios afecta el país. Un kilo de arroz vale hoy el doble que hace un año. Y no solamente en Mali la situación es así de crítica, Burkina Faso o Mauritania sufren el mismo problema.

Lo peor es que se podría alimentar a toda esta gente por una centésima parte de lo que se han gastado los gobiernos en su plan para salvar a las bancas de la crisis. No digo que no sea una medida necesaria para evitar el colapso económico, pero sí que, al igual que cuando necesitamos los millones, aparecen de la nada, también debería aparecer un pequeño pellizco de ese dinero para ayudar a otros que no son ni banqueros, ni urbanitas, ni tienen la suerte de vivir en los países del Norte.

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