24 de marzo de 2009

El Enano

Una vez, en Valencia, ocurrió una cosa muy extraña. Pasaba que el último circo que todavía quedaba desde Navidad partió de la ciudad. Era el mes de marzo, y las primeras mangas cortas comenzaban a asomar entre la gente.

El circo formó su convoy de caravanas. Primero iba el camión del jefe, con todos sus lujos y comodidades. La última era la caravana de las fieras. Los brillantes ojos del león se veían entre la oscuridad de los barrotes, las cabezas de la pareja de jirafas asomaban varios metro por encima del camión y se agachaban cada vez que pasaban por un túnel; y el elefante movía su trompa en el aire, notando la brisa romper contra su piel. Le gustaba esa sensación.

El convoy pasaba en ese momento junto a la playa. Casitas-palacio de principios de siglo, muchas de ellas abandonadas, observaban el paseo. Apenas había coches aparcados junto al mar, ya que ni hacía mucho calor, ni era hora de ocio. Pero había gente paseando o tomando el sol en la arena.

Una figura diminuta asomó tras la última caravana. Era un enano del circo, pero un enano de cuento. Con larga barba blanca y un sombrerito en forma de cono sobre la cabeza. Lo miraba todo con ojos desorbitados. Ojos azules como el cielo al mediodía. Era la primera vez que veía el mar. Y se enamoró de él. Nunca fue una persona responsable, aunque tampoco le importaba. Quería salir del circo, ver mundo. El circo se lo había dado todo, pero él necesitaba más.

Saltó de la caravana en cuanto paró en un semáforo.

Se dirigió corriendo hacia la playa, se quitó las botas y sintió la arena hacerle cosquillas entre los dedos de los pies. Siguió corriendo hasta notar las olas acariciarle los tobillos. La gente que paseaba apenas reparaba en su presencia.

Cuando se cansó de corretear, se tumbó sobre la arena y cerró los ojos. Sabía que ese no era su lugar en el mundo. Sabía que había un lugar, una cosa que se suponía que tenía que hacer. Pero no le daba la gana hacerla. No sabía a dónde ir, pero sabía que quería vivir.

La playa en marzo es genial.

2 comentarios:

la sombrilla viajera dijo...

La playa con enanos en mejor. Y eso que ni soy de playa ni enana, pero mola la idea.

Cada día escribes mejor.

Tamaruca dijo...

Eso no es una playa... Lo de aquí sí que son playas :PPP

Eso sí, totalmente de acuerdo; cada día escribes mejor.

Besotes!